El verdadero Mercurio, Anima Mundi o Spiritus Mundi de los Filósofos




“También la llaman agua del océano, agua de vida y, aún, la más pura y la más bendita de las aguas. No obstante, no es un agua procedente de las nubes o de cualquier fuente vulgar, sino que es un  agua espesa y permanente. Es  el  doble  mercurio  y  Azoth,  que  es  putrificado  y conservado por el vapor o sudor del globo superior e inferior, el celeste y el terrestre, y se  consume  sin  fuego.  En  efecto,  es  el  fuego  universal  y  centelleante  de  la  luz  de  la naturaleza,  poseyendo  en  él  el  espíritu  celeste  con el  que  Dios  lo  anima  desde  el principio  y  que  Avicena  ha  llamado  Alma  del  mundo  porque  penetra  todas  las  cosas".

Anónimo, El acuario de los sabios

La manifestación del Espíritu Universal bajo la forma de un agua mercurial, ígnea y densa, es un verdadero prodigio, pues se trata de algo que no existe como tal en la naturaleza. Es algo puramente Filosófico. La sola fotografía que acompaña este texto requiere de largo tiempo y condiciones especiales para poderse lograr. De otra forma, nuestra leche virginal no soportaría el abrazo de la luz, dada su curiosa tendencia a huir si no es fijado. Así lo representa Michael Maier en su libro La fuga de Atalanta o Atalanta fugiens.

Dicen que se encuentra en todos lados, a donde quiera que el hombre se dirija, y sin embargo nadie la ve. Sólo el filósofo es capaz de reconocer su existencia, pues no es una materia que se encuentre por sí sola en el mundo material, sino que el artista crea las condiciones que permiten su entrada a nuestra realidad. El secreto de esta incorporación, es decir, la materialización del espíritu, es algo que jamás ha sido revelado en tratado alguno, y nunca lo será; pues a pesar de haber transcurrido largos siglos, los sabios han sabido guardar silencio.

Aquellos buscadores de recetas que desean encontrar instrucciones claras en las palabras de los sabios, no las encontrarán. La literatura alquímica fue escrita para ser interpretada, si se poseen las llaves correctas. Quienes practican de aguas fuertes, sales, minerales y otras materias especificadas; tampoco llegaran a buen puerto. La naturaleza les ha dado a estos cuerpos un límite de imperfección que no pueden traspasar. Por ello, son inútiles a la obra. La verdadera clave está en entender los principios con los que opera la naturaleza y en saberlos imitar. No existe la Alquimia sin una comprensión de la importancia vital del Espíritu Universal. Fuera de ello solo estamos hablando de Arquimia o Yatroquimica. La encarnación gradual del fuego celeste, es el resultado de la interacción de la polaridad. Abre los ojos y medita al respecto.

¿Cuáles son sus características físicas?

Al tacto es un líquido aceitoso que no se mezcla con el agua. Denso, pesado, casi gelatinoso. Al ser contenido en un recipiente de cristal, se comporta como el mercurio, fluye, pero no se divide si se le agita o se le somete a movimientos bruscos. A la vista es semitransparente y a contraluz parece contener pequeños diamantes que destellan. Si no se le fija debidamente, se “esfuma” del plano físico. Pero una vez fijo, no tiene comparación con materia alguna en la tierra. Es inodoro, pero al gusto quema, pues el espíritu que contiene revestido de humedad es un fuego celeste. Su condensación requiere de la paciencia del artista, pues nace como un sutil vapor que poco a poco se va espesando, hasta adquirir la densidad de una gota. El agua es sólo un matriz que reviste al espíritu y permite su “encarnación”.  Puede ser considerada como algo inocuo y superfluo, que en los trabajos posteriores es fácilmente eliminado.

El que quiera penetrar en los arcanos de la naturaleza, deberá esperar por la lenta condensación del Espíritu del mundo.

La primera materia es, pues, un don tan maravilloso, que su revelación al mundo –tan lleno de avaricia y maldad– supondría el mayor de los peligros. Las máximas herméticas enseñan que todo lo que el hombre ignorante toca, se corrompe.

Sin embargo, los verdaderos artistas herméticos no están exentos de dar pruebas que demuestren la realidad de nuestro arte, puesto que la alquimia necesita nuevos buscadores dispuestos a recorrer el sendero de la sabiduría. Los secretos necesitan ser dichos para poderse perpetuar. Por lo demás, la alquimia se protege a sí misma. Nadie entra a la rosaleda de los filósofos sin antes haber logrado encontrar las llaves del reino. Y esto supone, haber sorteado ya, los abismos insondables de la ignorancia y la mediocridad.

Roburus, Artista Hermético